Este es mi nuevo sitio favorito de los Alpes, así que no se lo digáis a nadie, para que no llene de turistas 😉
Conocido y desconocido a la vez
El Valle de Aosta resuena como uno de los lugares más bonitos y conocidos de los Alpes y también de Italia. A pesar de ello, ni el pueblo que da nombre al valle ni sus satélites ni alrededores, han sido fagocitados por la maquinaria turística. Lejos de haberse convertido en un resort, todavía conserva ese encanto de los pueblos tradicionales del norte de Italia.
A excepción de unos edificios de apartamentos -modernos pero adaptados a la fisonomía alpina- en la cota alta de la cabina de Pila, casi todo lo demás conserva una fisonomía tradicional. Tampoco quiere decir que todo sea una estampa de postal, claro. Los edificios “dormitorio” de los años 80 y 90 podrían pertenecer a cualquier otra ciudad italiana o europea. Además, en la zona que rodea el acceso al telecabina de Pila, quedan bastantes fábricas industriales, muchas de ellas todavía en uso. Hay que reconocer que este aspecto no encaja con este singular paraje, pero no deja de ser parte de la historia de un lugar cuyos inicios se remontan un par de milenios atrás.
Un poco de historia
Aosta proviene de su nombre original romano Augusta Pretoria, en honor al emperador de turno. (En estos momentos me viene a la memoria la ciudad española de Zaragoza, que proviene de Cesar Augusta). Por si se nos olvida, sólo hace falta un breve paseo por el centro de la villa para encontrarnos con el arco de Augusto y la puerta Pretoria, ambos de la época romana que vivió el esplendor de la villa. El primero con diversas remodelaciones a lo largo de los siglos, la segunda, apenas recuerda lo que debió ser originalmente, sin dejar de imponer respeto. Las maquetas situadas en los monumentos nos ayudan a hacernos una idea de la magnitud de una ciudad que también conserva una parte de su teatro romano, situado al lado de la puerta Pretoria.
El caso antiguo se encuentra rodeado por los restos de la muralla romana, visible en la mayoría de su trazado y con varias torres todavía en pie, como la del Lebroso y la del castillo de Bramafam, y el puente original que cruzaba el río Buthier, actualmente en desuso, sólo como curiosidad arqueológica. La calle principal peatonal discurre desde el puente romano hasta casi la torre del Lebroso. Desde ella salen múltiples callejuelas que podemos explorar y hasta encontramos con sorpresas más o menos ocultas como la torre de san Orso, con su campanario, la catedral -que esconde una necrópolis romana en sus catacumbas-, el ayuntamiento o la sede del antiguo archivo histórico regional. Una región única, ya que perteneció a la Alta Saboya y por ello es todavía bilingüe ítalo-francesa. Un buen ejemplo de convivencia cultural, del que muchos deberían tomar ejemplo.
Saliendo del recinto amurallado y cruzando la vía férrea nos encontramos con el ingreso a la estación de Pila, fácilmente accesible caminando desde el pueblo. Su aparcamiento se abre paso entre las antiguas fábricas. Este no es un lugar encantador en sí mismo, pero por su entorno despejado permite observar la grandeza de este valle. Cadenas montañosas nevadas en los cuatro puntos cardinales cautivarán a cualquiera que se detenga un minuto a observar. Podríamos estar mucho tiempo observando este paisaje, pero podremos hacerlo desde otros puntos cercanos más bucólicos con una vista 360º similar.
El entorno
Las rutas de senderismo son interminables aquí, salpicadas de restos de historia más reciente, especialmente conocidos son los castillos, por ejemplo, Fenis, Sarre o Aymavilles. Vamos a esperar al verano para eso. En temporada invernal, la mejor opción es sin duda subir a cualquiera de las estaciones de esquí/snowboard del Valle, a saber: Pila, La Thuile, Courmayer, Breuil-Cervinia y Monterosa. Por el momento, nos vamos a quedar en Pila. La verdad es que es una maravilla poder acceder a pie desde nuestro alojamiento situado en el pueblo a una cabina que nos lleva directamente a una cota de 1.800 metros, donde se encuentra el pequeño resort que da nombre a la estación.
Ski in the Sky
Durante el trayecto de subida, que dura unos 10 minutos, tenemos tiempo para disfrutar del panorama. No sólo de la ciudad a vista de pájaro al fono del valle, sino también de todas las montañas, nuevamente a 360º. Dos paradas intermedias, les Fleurs i Plan Praz, que sirven de puntos de recogida de final de pistas, nos separan del destino final.
Las cabinas llevan inscrito el slogan de la estación: “Ski in the Sky”. De entrada, podría parecer un poco pretencioso para ser una estación relativamente pequeña. Sin embargo, cuando desembarcamos en la cota 1.800, podríamos empezar a darle la razón al ingeniero de marketing que lo creó. Un paisaje rodeado de picos nevados nos da la bienvenida al centro neurálgico de la estación, donde se ubican los servicios y alojamientos principales del resort. Vayamos a donde vayamos y miremos a donde miremos en cualquier punto de la estación -y casi podríamos afirmar que del valle- estaremos rodeados por estos macizos impresionantes a los cuatro vientos. Un lugar realmente excepcional.
Es una tentación tomar la silla hasta Gorriaz, donde se encuentra la principal zona de debutantes y peques, así como buena parte de la restauración y, según se anuncia a todo trapo, la emisora local DeeJay Pila fm (92.0).
Si elegimos seguir subiendo, podemos coger el teleférico de Gorriaz-Grimod. Arriba nos espera el funpark, con varios niveles de dificultad muy bien diferenciados en sus salidas. En general, las pistas son bastante fáciles, aunque estén marcadas como rojas. Un buen ejemplo es la pista “Du Bois”, que desciende desde los pies del Punta Nera a 2.332 metros hasta Chamolé, a 1800 metros. De todas formas, se nota que estamos en los Alpes, por su longitud y desnivel, además del paisaje inigualable de los picos nevados alpinos. Desde aquí también podemos dirigirnos hacia el glaciar y, ubicados entre los picos de Pointe Valletta (3.090 mnetros) y Monte Grivola (3.969 metros), podremos dar por justificado el sueldo del equipo de marketing que creó el slogan “Ski in the Sky”. Un abanico de picos nevados se alza a nuestros pies, y al otro lado del valle, el macizo fronterizo con Suiza. Vale la pena llegar hasta aquí por el placer de conectar con la alta montaña, a pesar de ser un entorno muy controlado, como cualquier resort, y cerca de un núcleo urbano.
Benvenutti a Italia
Por la tarde, de vuelta al valle, la gastronomía local nos espera en multitud de restaurantes a pie de calle y escondidos en las entradas de antiguos edificios. También veremos a mucha gente paseando pizza romana en mano y alargar la noche a ritmo de Spritz y vinos italianos selectos.
¿Qué hacer al día siguiente? ¿Volver a Pila? O quizás a alguna de las estaciones vecinas como Breuil-Cervinia o La Thuile. ¡No os perdáis la segunda parte de esta serie!
Este es uno de esos lugares tan llenos de encanto donde es imposible decir adiós, siempre nos vamos con el hasta pronto en los labios. Esperando el verano para disfrutar de las rutas de hiking. ¡Arrivederci Aosta!