Grand Massif

Los picos “gemelos” de Aouille de Criou y Pointe du Tuet son el emblema más significativo de este tranquilo paraje alpino. Situados al este del valle, son visibles desde casi cualquier punto. Depende de nuestra ubicación veremos uno o ambos, ya que no están en la misma cresta, sino separados por antiguo circo glaciar.



Savoir faire

Como la mayoría de resorts actuales, Grand Massif se formó con la unión de varias estaciones de esquí/snowboard más pequeñas para formar un único dominio esquiable, accesibles entre sí a través de remontes o autobuses lanzadera. Este resort puede pasar desapercibido porque está situado entre otros dominios mucho más grandes o conocidos. Sin embargo, esta característica le otorga un privilegio reservado a unos pocos; la tranquilidad. Obviamente, no estaremos solos, pero no encontraremos las aglomeraciones de otros lugares con más prestigio internacional. Este tipo de estaciones suele acoger a un visitante local, más que internacional, ideal para empaparse de la cultura y el “savoir faire” típicamente francés.

Samoens

A lo largo del valle encontraremos todo tipo de alojamientos, aunque predomina el ambiente familiar y acogedor. Son dos los lugares emblemáticos de la zona. Samoens hace el papel de centro neurálgico del valle, ya que es el núcleo habitado más importante y se encuentra a los pies de la Aouille de Criou. Con todo tipo de servicios, atesora la historia más preciada del lugar, especialmente en su plaza principal. Frente al tilo centenario (del año 1435), podemos encontrar la iglesia medieval. Las lápidas de sus jardines y el crepitar de su suelo de madera iluminado por las vidrieras, hacen de este edificio algo… digamos peculiar. Las casas antiguas y en cierto modo decadentes que rodean el centro histórico, consiguen hacernos viajar en el tiempo mientras paseamos por las inmediaciones de la iglesia. Un jardín botánico neoclásico a pocos metros de distancia, completa esa especie de salto espacio-temporal, antes de volver a la modernidad de las tiendas de souvenirs y deportes, bares y restaurantes. En los alrededores, se levantan modernos edificios de apartamentos, aunque con sus toques de piedra y madera típicamente alpinos.

Desde Samoens tenemos a nuestra disposición suficiente aparcamiento y dos cabinas que absorben casi todo el tráfico de esquiadores y snowboarders, además de la que encontramos en Morillon, un pequeño pueblo situado a pocos kilómetros al oeste. Si no queremos complicarnos la vida con carreteras intrincadas de montaña y buscamos tener acceso fácil a todos los servicios, este debería ser nuestro campo base.

Funcionalidad y diseño en plena montaña

Como contrapunto, Flaine es de visita obligada. Este si es un resort moderno, el único de la zona que cuenta en su totalidad con edificios “actuales” y torres de apartamentos “dormitorio”. Es una ciudad a pequeña escala encajada en el fondo de un circo de montaña y bastante lejos del valle principal donde se sitúan Samoens y Morillon.

Este lugar fue concebido expresamente para albergar una estación invernal y diseñado por uno de los alumnos aventajados de la escuela de la arquitectura Bauhaus. Esta tendencia buscaba la unión entre la función y la estética. Así, el arquitecto/diseñador que se hizo famoso por su silla “Wassily” y la sede de la Unesco en París, Marcel Breuer, fue el principal encargado de diseñar el conjunto arquitectónico completas de Flaine en 1968. Los cuatro meses sin nieve del valle eran los únicos aptos para la construcción, por lo que casi todo lo que vemos a nuestro alrededor está compuesto de bloques de hormigón prefabricados, construidos al pie de las montañas y trasladados hasta aquí arriba por un teleférico construido únicamente para ello.

Uno de los grandes aciertos fue hacer un diseño completo de todo el resort, ya que aporta una imagen de conjunto monumental y artístico coherente. En lugar de ser, como pasa en muchos otros lugares, una colección de edificios amontonados, levantándolos a medida que queda un espacio de terreno libre.

Las construcciones de color gris hormigón contrastan con las esculturas coloridas que adornan calles y jardines, dando un aire muy peculiar a este enclave excepcional. Un verdadero conjunto artístico y de diseño muy bien escondido en mitad de los Alpes, además de un paisaje y dominio esquiable más que interesantes. Admirando esta obra de arte urbano en mitad de las montañas, tendremos que estar atentos a la hora de cierre de los remontes si no estamos alojados aquí. Se tarda un buen rato en conectar con los otros dominios esquiables a través de las pistas y esa es la única vía de regreso, ya que este es el único resort de los que componen el Grand Massif que no está conectado por las lanzaderas. El motivo es que está demasiado alejado del resto de poblaciones y la carretera de montaña no es muy conveniente para un trasiego de autobuses. Si disponemos de vehículo propio, vale la pena hacer esta ruta para disfrutar del hermoso paisaje alpino: montañas nevadas y abetos que no nos cansamos de ver, a pesar de haber pasado tantas horas entre toda esta belleza.

Todo el dominio desde dos localizaciones

Les Grandes Platieres, a 2.400 metros, es el punto más alto de todo el dominio esquiable, además de ser el extremo occidental del Grand Massif. Se accede desde Flaine mediante la cabina del mismo nombre situada en el centro de la villa. Desde esa cota máxima tenemos acceso a casi toda el área de Flaine, la estación más amplia del dominio, con el enlace directo a Les Carroz, el más pequeño.

La Tete del Saix, a 2120 metros de altitud, hace las veces de eje central de todo el complejo, spot donde confluyen y se distribuyen las pistas hacia las cuatro patas del entorno: Samoens, Morillon, Flaine y Les Carroz. Si queremos pistas tranquilas y bajar entre árboles, preferiremos bajar al valle de Samoens y Morillon. Si nos gusta más la intensidad, la variedad y las vistas más amplias, escogeremos el sector de Flaine y Les Carroz.

Hay que reconocer que los enlaces entre todas ellas están muy bien definidos y no hace falta acceder a largos remontes ni pistas planas interminables. El diseño es compacto y fácil, un punto fuerte a favor de este sencillo pero interesante centro de esquí/snowboard; al que merece la pena asomarse si estamos por la zona. Sin olvidarnos de dar un paseo por las estructuras de hormigón de Flaine y sus laberintos interiores.

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