¿Os pasa que cuando llegáis a un sitio nuevo se convierte en vuestro favorito? Tengo esta sensación cada vez que visito un lugar nuevo en los Alpes, sin olvidar a los anteriores. Este no era nuevo, pero un viejo conocido, y sigue siendo de mis favoritos…
Lugares con encanto
Chamonix Montblanc tiene un encanto especial. Primero, por tener la montaña más conocida y carismática de los Alpes Franceses, además de la más alta de todos los Alpes, 4805 metros. Segundo, por tener un pueblecito en el valle de lo más pintoresco y cuidado. Tercero, por el macizo del Montblanc y su hermano menor situado justo enfrente, donde se albergan los resorts de esquí-snowboard.
Una de las ventajas adicionales de este valle, es que el núcleo habitable, se encuentra a poco más de 1.000 metros de altura. Eso significa que, mientras en las cimas -esquiables o no- de las montañas la nieve cae en abundancia, las calles suelen estar -casi- despejadas de nieve. Y sí, hablamos de núcleo urbano porque el antaño pueblecito de montaña se ha convertido en una mini urbe que se extiende a lo largo del valle, con algunas interrupciones, pero que regresa en formas de extensiones, alrededor de los resorts de las estaciones de esquí.
Sin duda, la nieve le da un toque de encanto a las calles alpinas, pero se convierte en un dolor de cabeza cuando queremos acceder con cualquier vehículo. Es mejor no entrar con nuestro vehículo si no es necesario ya que las calles del centro son estrechas y hay pocos aparcamientos disponibles. Encontraremos un parking de grandes dimensiones a la entrada del pueblo, al otro lado de la carreta principal. También encontramos ahí otro parking específico para autobuses y autocaravanas. Un parking subterráneo adicional está disponible en la parte más moderna del lugar, donde las calles son más anchas y car friendly, recomendable si estamos alojados en esa zona, reconocible por unas torres de apartamentos modernas, que sinceramente, no encajan en este paisaje.
A pesar del aluvión de turistas y esquiadores, el centro de Chamonix Montblanc resiste dignamente con su encanto tradicional. No encontramos casitas de madera, sino edificios monumentales. Todavía quedan bastantes de ellos muy bien cuidados y da gusto pasear por sus calles peatonales, cruzar la vía del ferrocarril o el río por sus diferentes puentes. La calle principal peatonal así como las que atraviesan el río suelen ser las más transitadas y las que acaparan toda la multitud de restaurantes y tiendas comerciales, habitualmente de marcas de montaña y deportivas, y de souvenirs de todo tipo relacionados con la montaña que da nombre al lugar. La zona de ocio nocturno se concentrar en las inmediaciones de la calle des Moulins Siempre queda algún lugar que descubrir…
La plaza de la iglesia, que además alberga la oficina de turismo y la casa de la montaña también es de obligada visita. Esta última nos interesa especialmente si queremos consejos profesionales sobre guías de montaña y hacernos con el mapa de trekking de la zona, por 7 euros. Sí, todavía quedan mapas en papel, y este es de los grandes y detallados, vale la pena llevarlo en la mochila. Además, no necesita instrucciones especiales para desplegarlo y volverlo a plegar. ¿¿Por qué no hacen así todos los mapas??
Desde la iglesia y calle arriba, después de una buena cuesta para calentar piernas, llegamos a la estación de Brevent: el único dominio esquiable accesible desde el pueblo a pie. El resto de estaciones están bien comunicadas por autobuses lanzadera. Es habitual ver esquiadores con sus esquís al hombro paseándose por las calles en busca de su medio de transporte. También es habitual verlos, todavía con las botas puestas, alargando la jornada hasta la hora de cenar, en cualquiera de los bares del centro. Hay que probar el vino caliente o el zumo de manzana caliente con canela, ambos típicos alpinos, ideales para los días fríos 😉
¿Vamos a pistas?
Brevent es una estación relativamente pequeña, comparada con la magnitud de estas montañas. Sin embargo, enlaza con su vecina Flégère, accesible también desde el pueblo del mismo nombre. Sin duda, su gran atractivo es poder contemplar todo el macizo del Montblanc frente a frente. Vale la pena subir solamente para disfrutar de este panorama. Además, tenemos bastantes pistas que recorrer de varios niveles y también alguna ruta fuera pista muy interesante. Recordemos contratar un guía de montaña para rutas más alejadas de lo habitual, por nuestra seguridad.
Durante buena parte de la temporada, necesitaremos reservar mesa si queremos disfrutar de los restaurantes situados en la estación. La reserva es con tarjeta de crédito, para “evitar cancelaciones de última hora”. Bocadillos y pizzas también están accesibles tras un rato de cola. Una opción nada desdeñable es bajar en la cabina PlanPraz, base de la estación a 2.000 metros, de vuelta al pueblo para comer. Seguramente, tardaremos lo mismo y tendremos una oferta mucho más amplia. El riesgo es que nos dé pereza volver a subir, o empecemos con el vino caliente antes de lo previsto.
Los más sibaritas van a querer subir a la cota alta de Brevent, a 2.525 metros de altura para disfrutar de su restaurante panorámico. Las mejores vistas frente al Montblanc acompañadas de una gran experiencia gastronómica, o simplemente, una cerveza para recordar…
Los dominios vecinos de Domaine de Balme, Vormaine, Les Houches, Grands Montets y Megève son de un tamaño similar. pero en conjunto conforman un amplio dominio esquiable. El inconveniente principal es que estas montañas son tan escarpadas que no permiten enlazarlos en su parte alta sino que debe accederse a ellos desde cotas bajas. Si decidimos usar las lanzaderas como transporte, es recomendable planificar cuál necesitamos y sus horarios. Nos queremos quedarnos colgados con nuestros esquís o tabla a última hora del día lejos de nuestro alojamiento. Necesitaremos mucho vino caliente para volver caminando…
Si embargo, no son estos resorts, ni el encanto del pueblo, ni el vino caliente, lo que nos ha traído hasta aquí… Sin duda, lo que hace único a este rincón alpino es el Montblanc.
Subiendo a la montaña más alta de los Alpes
Si hablamos de ascenso, podemos ir preparando las cuerdas y el piolet. Esta montaña es el paraíso de los alpinistas, aunque las rutas preferidas de los expertos están en el lado italiano, por ser mucho más escarpado. Para los menos preparados, se construyó el mirador de l’Aiguille du Midi, a 3.842 metros, que nos permite mirar al Montblanc cara a cara. Para llegar hasta aquí, necesitamos tomar el teleférico del mismo nombre con base en Chamonix.
Si es temporada alta, será mejor comprar nuestro ticket con suficiente antelación. Sólo la suficiente, porque deberíamos consultar la previsión meteorológica para asegurarnos de no malgastar los 72 euros que cuesta. Como en la mayoría de cimas, miradores y teleféricos, un día nublado hará que solamente veamos una nube blanca que invade todo nuestro campo visual. Necesitamos un día de buen tiempo y a ser posible totalmente despejado para disfrutar, no sólo de la vista del Montblanc y las montañas que lo rodean, sino también de toda la panorámica del glaciar, las agujas, el valle y el macizo al otro lado del mismo.
Desde primera hora de la mañana, turistas y esquiadores/snowboarders hacen cola para acceder por turnos numerados a la cabina. Recordemos que l’Agulle du Midi es el punto de partida de la famosa “Vallée Blanche”, un glaciar esquiable de 22 kilómetros de longitud. Aquí, cámaras fotográficas y smartphones se mezclan con arneses y esquís de montaña o splitboards en una armonía pocas veces vista en alta montaña.
En realidad, son dos los teleféricos necesarios para llegar al mirador. El transbordo puede convertirse en una agradable pausa en la terraza del restaurante adyacente. No hay problema si nos la saltamos, arriba nos encontraremos otro. Exposiciones sobre la construcción de este precioso enclave y temas relacionados con la alta montaña, amenizan los descansos entre los diferentes miradores.
Es difícil encontrar un lugar favorito aquí arriba. Aunque varios rivalizan entre sí, por ejemplo, la vista hacia el glaciar y las agujas desde donde parte la Vallée Blanche, o el que permite ver el Chamonix y Brevent, al frente. Para la mayoría, el magnetismo del Montblanc termina ganando la partida.
Por si nos quedan ganas de más, en verano también podemos acceder desde aquí al telecabina Panoramique Montblanc, que conecta con el pico Helbronner, mirador gemelo situado en el lado Italiano, cerca de la estación de Courmayer. Este macizo establece la frontera natural entre Francia e Italia. La rivalidad sobre en qué país se encuentra la cima del Montblanc todavía está en el aire, desde que un cartógrafo francés -de cuyo nombre no quiero acordarme- la incluyó enteramente en el lado galo, a pesar de que el tratado internacional de 1860 la repartía entre ambos países.
Se conoce como agujas (aiguille en francés), a los picos más altos y puntiagudos, característicos de este macizo granítico. Su forma afilada nos permite ver su roca original combinada con la nieve. En contraposición, el Montblanc y sus cimas adyacentes son más redondeadas, lo que permite que la nieve se asiente plácidamente, dándoles su característico color blanco uniforme y eterno.
La Vallée Blanche
Desde una abertura excavada en el hielo, esquiadores y snowboarders se afanan en descender por un camino estrecho hasta el inicio de la pala situada unos cientos de metros más abajo, punto de concentración para empezar el descenso, con el glaciar como telón de fondo. Aunque los crampones son obligatorios, las cuerdas que acompañan la bajada inicial a modo de barandilla por un estrecho paso, garantizan una excelente seguridad. Hay que recordar que este itinerario no está balizado, controlado, pisado ni preparado de ninguna manera, ni tiene otras medias adicionales de seguridad. Deben extremarse las precauciones y asumir nuestra propia responsabilidad. En estos casos, un guía de montaña es nuestro mejor aliado. Aunque seguir las trazas suele ser una buena orientación, si es nuestra primera vez, es mejor contratar un guía, además de ir en grupo. Hay diferentes variantes del descenso y no todas tiene las mismas condiciones y nivel.
El recorrido, de 22 kilómetros de longitud, toma su nombre de su glaciar de origen que desciende desde el Col du Midi. De la misma manera que un río, diferentes glaciares convergen entre los valles de las montañas, creando nuevos glaciares más voluminosos, en este caso hasta llegar a la Mer de Glace, el más renombrado de esta montañas. El último tramo puede hacerse hasta el mismo pueblo, pero sólo con buena nieve, de lo contrario será como una pista de nieve dura con baches o piedras. Su gran longitud y los 2.800 metros de desnivel si llegamos hasta el pueblo, hacen de esta bajada un desafío no apto para todos los públicos. La mayor dificultad no radica en la inclinación, sino en los peligros ocultos del glaciar, principalmente las grietas. Por este motivo se ha convertido en un estándar llevar puesto un arnés, que facilitaría el rescate en caso de caída accidental.
Entre dos y cuatro horas de descenso, dependiendo de nuestra forma física y las paradas que hagamos, culminan con la subida por las escaleras hasta la estación de Montenvers, final de la línea que sube desde Chamonix hasta la Mer de Glace.
La Mer de Glace
Uno de los toques vintage de por aquí es la vía férrea que atraviesa Chamonix y su estación central, que nos recuerdan que hace muchos años que los montañeros llegaron a este lugar. Desde esa estación, se accede al tren cremallera que nos permite llegar hasta la estación de Montenvers.
Para acceder al glaciar hay que bajar mediante una cabina al antiguo final de la lengua del glaciar. Con el paso de los años, la escasez de hielo ha hecho que se hayan ido construyendo tramos de escaleras adosadas a la pared de roca hasta descender al nivel actual. Varias marcas nos indican los niveles del hielo en diferentes años, de manera que podemos imaginarnos su retroceso a través del tiempo. Un proyecto de renovación está previsto para 2025, donde una nueva cabina nos conducirá desde la estación de Montenvers hasta el final de la lengua actual, lugar de conclusión habitual de la Vallée Blanche. Esperemos que hayan tenido en cuenta las previsiones de calentamiento del planeta y no haya que reubicarlo antes del próximo deshielo.
Desde la estación, podemos bajar los casi 400 escalones -recordemos que luego hay que subirlos-, mientras damos ánimos a los esquiadores y snowboarders que suben con sus equipos al hombro después del descenso de la Vallée Blanche. Una vez abajo, es de visita obligada la cueva excavada en el mismo glaciar, a modo de “casita de hielo”, que permite apreciar su estructura helada desde el interior. Esta construcción debe rehacerse con frecuencia debido al movimiento natural del glaciar montaña abajo.
Las cuatro estaciones
Aunque la nieve es la protagonista y es perpetua en las cimas y los glaciares, cuando desaparece de las cotas más bajas es el momento ideal para descubrir lo que la nieve oculta durante el invierno. Innumerables senderos recorren el valle y las montañas. Desde Les Houches (1.010m), pasando por Chamonix (1.037m) hasta el Refuge the Loriaz (2.020m) las opciones son interminables para un solo verano. No os perdáis el siguiente capítulo de esta serie.